Lectura: Josué 6 | Salmos 135–136 | Isaías 66 | Mateo 14
Cada versículo del Salmo 135 cita, alude o es citado por otra parte de las Escrituras.
El versículo 1 reordena las palabras del Salmo 113:1, enfatizando a los “siervos del Señor”, a quienes se describe en el versículo 2, el cual, a su vez, adapta una frase del Salmo 116:19.
El versículo 3 es uno de tres versículos en los Salmos donde se nos dice que:
– El nombre del Señor es bueno (Salmo 52:9),
– Él mismo es bueno (Salmo 135:3),
– Alabarle es bueno (Salmo 147:1);
y más aún, tanto su nombre (135:3) como la adoración a Él (147:1) es «agradable» o «deleitosa».
Si el versículo 3 enfatiza el carácter de Dios, el versículo 4 resalta su amor electivo, llevándonos de regreso a Deuteronomio 7:6.
Los versículos 5 al 7 destacan el poder ilimitado de Dios, trayendo a memoria Éxodo 18:11, Salmo 115:3 y Jeremías 10:13.
La frase inicial “Yo sé que…” resalta una confesión personal: una verdad no solo para conocer, sino para vivir.
Muchos de los versículos del 8 al 12 reaparecen en el siguiente salmo (Salmo 136), a menudo textualmente (136:10, 18–22). Las referencias a la derrota de Sihón y de Og nos remontan a Números 21:21–35.
Sobre el nombre de Dios (135:13–14), se alude a Éxodo 3:15 y Deuteronomio 32:36.
Los versículos 15 al 18, que denuncian la locura de la idolatría, casi replican al Salmo 115:4–8, y convicciones similares se encuentran también en Isaías.
Finalmente, los versículos 19–21 parecen seguir al Salmo 115:9–11, donde a tres de los cuatro grupos se les exhorta a glorificar a Dios.
El resultado de este enfoque —una especie de “pastiche” de textos bíblicos— es un maravilloso compendio de alabanza.
Es como si la mente del salmista estuviera tan llena de la Palabra de Dios, que al construir su himno de adoración, incorpora consciente o inconscientemente frases y versículos de las Escrituras.
Un fenómeno similar ocurría entre los creyentes al orar: sus alabanzas y súplicas eran expresadas en el lenguaje de la Biblia.
En su mejor expresión, esto llevaba a una adoración madura y bíblica, muy distinta del sentimentalismo superficial tan común hoy día.
La diferencia es tan marcada como comparar la Quinta Sinfonía de Beethoven con “Susanita tiene un ratón”.