1 Nuestra Vergüenza Jesús tenía que morir por lo que el pecado causó en la humanidad:

2.Vergüenza

3.Deshonra

Esta condición hacía al hombre inaceptable y causó que fuera destituido de la gloria de Dios. Aunque en la creación Dios “coronó al hombre con gloria y honra” (Salmo 8:5), el hombre perdió esa gloria y honra (Romanos 3:23). Esta condición en la cual se encontraba el hombre hacía imposible que pudiera cumplir con su vocación original de reflejar y llenar al mundo con la gloria de Dios.

Nuestra única esperanza de salvación era que alguien completamente honorable removiera nuestra vergüenza. Ese era Jesús. Fue totalmente humillado en la cruz, traicionado por sus compatriotas, azotado por los romanos, burlado por extraños y abandonado por amigos.

Su muerte absorbió nuestra vergüenza. Si Cristo no hubiera muerto, nos hubiéramos sumergido en vergüenza por toda la eternidad. Además, la muerte y resurrección de Jesús demuestra la trivialidad e impotencia de la vergüenza del mundo.

Cuando Dios vindicó y exaltó a la persona más avergonzada de la historia, rompió el poder de la vergüenza sobre los humanos. Jesús murió para exponer la verdad contracultural del sistema distorsionado de honra que tenían los principados y potestades del mundo. Ellos trataron de avergonzarlo en la cruz para preservar su propio estado, pero fue en la cruz que fueron avergonzados y la vergüenza removida de la humanidad.

Jesús murió porque:

  1. Dios quería expresar su amor.
  2. El honor de Dios tenía que ser restaurado.
  3. Solo la cruz podía remover la vergüenza del hombre.

En la muerte de Jesús, el Padre logró estos tres aspectos.

Por esto, para una semana tradicional, llena de desafíos, trabajos, incertidumbre y mucho cansancio, asombro, devoción, reverencia y mitos, solo puedo proclamar como Pablo:

Romanos 11:33 ¡¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!

Oremos: Gracias Padre por cargar en Tu Hijo la vergüenza y el deshonor que el pecado había puesto en mí. Hoy soy honorable gracias a tu plan original. En Cristo Jesús. Amén, amén.

Ps. Cáceres