(1era. Parte)

Cuando Jacob regresó de Padán Aram, Dios se le apareció nuevamente y le otorgó una bendición con estas palabras: «Tu nombre es Jacob, pero de ahora en adelante te llamarás Israel». Y, de hecho, ese fue el nombre que le asignó. Luego, Dios añadió: «Yo soy el Dios Todopoderoso. Sé fecundo y multiplica. De ti surgirá una nación y una comunidad de naciones, y entre tus descendientes habrá Reyes. La tierra que prometí a Abraham e Isaac, ahora te la entrego a ti y a tus futuras generaciones». Tras estas palabras, Dios se retiró del lugar donde había hablado con Jacob.

Jacob erigió una estela de piedra en el sitio donde Dios le había hablado. Derramó una libación sobre ella y la ungió con aceite. A este lugar, donde Dios había hablado con Jacob, le dio el nombre de Betel. Luego, continuaron su viaje desde Betel.

Cuando todavía se encontraban lejos de Efrata, Raquel dio a luz, pero el parto fue extremadamente difícil. En el momento más crítico del parto, la partera le dijo: «No temas; estás a punto de dar a luz a otro varón». Sin embargo, Raquel estaba luchando por su vida y, en sus últimos alientos, alcanzó a llamar a su hijo Benoní. Pero su esposo Jacob, le cambió el nombre por Benjamín.

Hablamos previamente sobre patrones que se repiten de generación en generación, lo que la Biblia se refiere como «la herencia que llega hasta la cuarta generación». La ciencia lo ha confirmado y lo denomina «sociofenograma». Los médicos han descubierto que algunas personas repiten patrones de sus antepasados, como en el caso de un joven que sufre ataques epilépticos solo una vez al año. Más tarde, se descubre que ese día es el aniversario de la muerte de su abuelo por suicidio, y el joven inconscientemente se identifica con él, lo que desencadena los ataques epilépticos.

La psicología moderna ha demostrado que estas lealtades invisibles a problemas familiares pueden influir en nuestras vidas. A menudo, sentimos culpa o deudas cuando nos va bien y a otros les va mal, lo que se conoce como «culpa del sobreviviente». Esto puede llevar a repetir patrones negativos.

Por ejemplo, algunas personas repiten accidentes o enfermedades en sus familias. En lugar de aceptar estos patrones, la Biblia nos otorga la autoridad para cancelar lo negativo.

Si te has dado cuenta de patrones negativos en tu familia, como enfermedades hereditarias, accidentes, pobreza, abuso, o cualquier otro problema, puedes cancelarlos en el nombre del Señor. Di conmigo: «Padre, cancelo todo mal (nombra la herencia) de mi vida. Lo alejo de mí y de mis futuras generaciones. Creo que no se transmitirá a mis descendientes. Recibo todo lo bueno que Cristo ganó en la cruz y marco un nuevo comienzo en el nombre de Jesús. Amén».

Ps. Cáceres