Dios llamó día a la luz y noche a las tinieblas. Atardecía y amanecía: el primer día.

Génesis 1:5

Día y noche, noche y día: un ciclo perpetuo instituido en el primer día de la creación. ¿No te encanta que Dios trabaje en ciclos? Se manifiesta en el cambio de las estaciones, en el flujo y reflujo de las mareas y en la luna creciente y menguante. ¿No es reconfortante saber que el sombrío invierno se funde con la gloriosa primavera, que el fondo del valle asciende hasta la cima de la montaña, y que la oscuridad es ahuyentada por la luz?

Incluso el día más oscuro de todos, el viernes de la muerte de Jesús, se resolvió en una sublime madrugada pocos días después. A pesar del dolor, la persecución y la crucifixión, Jesús siempre supo cuál sería el desenlace. Esa esperanza, esa promesa de su Padre Dios, le ayudó a atravesar su noche oscura y tiñó su proclamación en la cruz:¡Consumado es!; con una sonora nota de triunfo.

Esa esperanza es ahora tu esperanza. Su corona de espinas fue cambiada por una corona de gloria… así será la tuya. Su cuerpo herido, golpeado y aplastado fue restaurado… y el tuyo también lo será. Su dolor marcó un período oscuro, pero ¡oh, la alegría llegó con la mañana! Y así será para ti cuando te aferres a la asombrosa promesa de que a la oscuridad siempre le sigue la luz para los hijos de Dios, una indicación que Él escribió en el cielo aquel primer día. Da la bienvenida y disfruta de la luz divina que Él te proporciona en esta nueva mañana.

Oremos: Gracias padre, hiciste un día maravilloso para mi hoy, me alegraré y me gozaré en él, pues tu salvación me ha alcanzado. En Cristo Jesús, amén.