Por la mañana, Yahveh, escucha mi voz. Por la mañana pongo delante de ti mis necesidades, y espero.
Salmo 5:3
Sea de vacaciones, centros de lecturas o simplemente durante duermes fuera, sin duda una gran delicia de la vida es mimarse en un saco de dormir bajo las estrellas. Si te despiertas por la mañana temprano, antes de que haya salido el sol, antes de que tus compañeros se muevan, antes del café, el bacon y los huevos, hay un silencio sobre el mundo. Las gotas de rocío se posan en el saco de dormir y parece que la noche aún te rodea.
Entonces, lentamente, en silencio, casi imperceptiblemente, empiezas a ver un cambio en el cielo. No puedes precisarlo, pero las estrellas parecen desvanecerse y la negrura tinta se aclara en un gris frío. Luego, poco a poco, el gris adquiere tonos más cálidos. Nada de esto sucede con rapidez. Todo parece contener la respiración. De repente, una luz brillante ilumina los bordes de las colinas. Ha salido el sol, con toda su belleza, promesa y esperanza.
Tanto si todavía está oscuro como si estás leyendo estas palabras cuando el sol ya asciende por el cielo, aprovecha estos momentos para presentarte ante Dios y ofrecerle todo tu día. Mientras le alabas y le expones tus necesidades, tómate unos momentos para esperar. Escucha. Respira. En esos momentos, el Espíritu de Dios relajará imperceptiblemente tu corazón y alimentará tu alma. Puede que no seas capaz de precisar el momento en que sucede, pero sabrás, cuando te levantes para afrontar el día, que Dios te ha tocado
Whether hiking, biking, or just sleeping out, surely a great pleasure of life is to curl up in a sleeping bag under the stars. If you awake in the early morning before the sun has risen, before your companions are stirring, before coffee and bacon and eggs, there is a hush over the world. Droplets of dew rest on your sleeping bag and it seems like the night is still very much around you.
Then slowly, silently, almost imperceptibly, you begin to see a change in the sky. You can’t put your finger on it, but the stars seem to fade, and the inky blackness lightens into a cold gray. Then gradually the gray takes on warmer hues. None of this happens quickly. Everything seems to be holding its breath for something. Suddenly, brilliantly, a bright light highlights the edges of the hills. The sun has risen, with all of its beauty, promise, and hope.
Whether it is still dark outside or you’re reading these words with the sun already moving up the sky, take these moments to come before God, offering Him your entire day. As you bring Him praise and lay your needs before Him, take just a few moments to wait. Listen. Breathe. In those moments, God’s Spirit will imperceptibly relax your heart and feed your soul. You may not be able to pinpoint the moment it happens, but you’ll know, when you arise to take on the day, that God has touched you with His light.
